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Bernardo Atxaga ha resuelto el enigma. En su último libro Nevadako egunak, donde da noticias de sus andanzas por ese estado
norteamericano, aparece el boxeador guipuzcoano Paulino Uzcudun. Este peleó en aquellas tierras a finales de
los años 20 y principios de los 30. Le
llamaban the Basque Woodchooper (el
leñador vasco), y se hizo famoso y rico boxeando en escenarios como el Madison
Square Garden o en el Yankee Stadium de Nueva York. En 1931 boxeó en Reno, la capital de Nevada, contra
Max Baer y ante 15.000 espectadores, muchos de ellos vascos de la zona, the Basque fellows. Allí estuvieron
también las estrellas de Hollywood Edward G. Robinson, Buster Keaton o los hermanos Marx. El guipuzcoano venció a los puntos.
Atxaga nos relata luego el paso de Paulino Uzcudun a las
filas del franquismo en la Guerra Civil y alguna de sus supuestas “hazañas”,
por ejemplo, utilizar a los presos como sparrings en sus entrenamientos. El escritor no deja una buena imagen de su
paisano.
En un momento del relato sobre Uzcudun escribe
Atxaga: “Paulino Uzcudunek Europako Pisu Handien Txapelketa jokatu zuenean
Spalla italiarraren aurka, 1926ko maiatzaren 26an…”
¡Allí estaba Spaia!
Esta vez Google si respondió:
“Erminio Spalla boxeador italiano de los años 20 y
30, campeón europeo en 1923…”
Pues sí, Hermann Spaia si existió, aunque era
italiano, se apellidaba Spalla y su nombre era Erminio.
Breves notas sobre
la biografía de los Herminios
Después de
retirarse del boxeo, el italiano se dedicó a la pintura y, sobre todo, a la
escultura. También fue cantante lírico
–amigo del gran Caruso- y actor de cine. Entre las muchas películas en las que actuó como secundario destaca Milagro en Milán de Vittorio de Sica
(1950)
Por otro lado, conocemos la afición de aitite Herminio por el boxeo (hacía guantes con boxeadores profesionales y aficionados en algún gimnasio de La Peña) También es conocido su gusto por la música que le llevó a participar en alguna zarzuela. Y, por último, era un amante del cine. Una de sus películas preferidas era El ladrón de bicicletas de propio Vittorio de Sica.
Hay que reconocerle al aficionado al boxeo Virginio el mérito premonitorio de haber puesto a su hijo, en 1925, el nombre de Herminio y no el de Paulino.
Hay que reconocerle al aficionado al boxeo Virginio el mérito premonitorio de haber puesto a su hijo, en 1925, el nombre de Herminio y no el de Paulino.
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